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Un proyecto español, en el concurso del millón de euros para alargar la calidad de vida: “No hay medicamentos mágicos”

Un proyecto español, en el concurso del millón de euros para alargar la calidad de vida: “No hay medicamentos mágicos”

La humanidad sigue empujando los límites de la longevidad. En el último siglo, la esperanza de vida se ha disparado y, aunque esa extensión radical de vida —tres años más añadidos cada década— parece que empieza a ralentizarse, la comunidad científica no ceja en su empeño de encontrar la forma de burlar el envejecimiento. El objetivo: retrasar el reloj biológico y, por consiguiente, también el cronológico, situado actualmente en los países occidentales por encima de los 80 años. En el aire, mientras, planea todavía la gran pregunta: ¿Cuánto tiempo más pueden vivir los seres humanos? ¿Dónde está el techo?

La investigación para retrasar el envejecimiento está generando cada vez más interés en la comunidad científica, y ha atraído también la atención de grandes inversores privados. El ejemplo más paradigmático es el de la empresa estadounidense Altos Lab, financiada por multimillonarios como Jeff Bezos: la compañía ha reclutado a algunos de los grandes expertos mundiales en rejuvenecimiento con el objetivo de impulsar tecnologías para vivir más años con salud. Pero no es este el único caso de iniciativa privada volcada en el reto de alargar la esperanza de vida. También la competición XPRIZE Healthspan, de la fundación estadounidense XPrize, por ejemplo, busca proyectos prometedores en el campo del envejecimiento saludable, cuenta Rafael de la Torre, coordinador del Grupo de Farmacología Integrada y Neurociencia de Sistemas del Instituto de Investigación del Hospital del Mar: “Nuestra esperanza de vida ha aumentado de una forma espectacular. Aquí la gran cuestión es con qué calidad de vida se llega al final”. “Y eso que seguramente el Ministerio de Sanidad lo miraría con simpatía”, añade, “pero no pondría un duro, hay un club de gente que tiene muchísimo dinero, que son los XPrize Fundation, que se dedican a financiar lo que a ellos les preocupa. Y uno de sus retos es cómo conseguir que el envejecimiento tenga una calidad de vida asociada”.

De la Torre (Barcelona, 68 años) conoce de primera mano esta iniciativa, una especie de concurso internacional con centenares de candidaturas y un solo ganador, al que prometen financiar su investigación con un millón de euros por cada año adicional que proporcionen de calidad de vida. El científico lidera un proyecto del Instituto de Investigación del Hospital del Mar, el Centro de Regulación Genómica (CRG) e IrsiCaixa, que ha quedado entre los 40 semifinalistas de la competición: solo cuatro europeos han llegado a esta ronda y el suyo es el único español. Ahora, tienen por delante un año para demostrar los primeros resultados favorables de su hipótesis, cuenta el científico, plenamente comprometido con el objetivo final. “Si tú tienes que llegar a los 99 años con muy mala calidad de vida, malditas las ganas que tienes de llegar a ellos. Es más importante la calidad de vida que el hecho de vivir dos o tres años más”, defiende.

Como semifinalistas, la organización de la competición les ha dado 250.000 euros para avanzar en sus investigaciones. “El reto que les preocupa [a los impulsores de la competición] es cómo conseguir que el envejecimiento tenga una calidad de vida asociada. No les interesa tanto que tú vivas 100 años, sino que si tú llegas a los 90, llegues ahí de la mejor manera posible”, explica el investigador catalán. Para evaluar las iniciativas, la organización tiene en cuenta que los proyectos mejoren parámetros inmunológicos, musculares y de cognición. Y disponen, además, de un algoritmo que mide, según esos resultados, cuántos años adicionales de calidad de vida puede proporcionar a una persona esa estrategia, cuenta De la Torre.

El suyo es un proyecto que combina un abordaje a tres bandas, con dos moléculas ya existentes —la lamivudina y la epigalocatequina galato (EGCG)— y una intervención multimodal de hábitos de vida saludable. “Buscamos alargar la edad biológica porque eso, en el fondo, es ser más joven”, sintetiza el científico.

Desde su despacho del Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona, De la Torre dice de la lamivudina que fue de los primeros antirretrovirales que se usaron, pero en experimentos de investigadores del CRG se vio que era también capaz de mejorar el rendimiento cognitivo en personas con síndrome de Down. Y ahora se ensaya su potencial en las primeras etapas del declive cognitivo del alzhéimer. “Este fármaco viejo, sin patente, que en principio había servido como antirretroviral, mejora la cognición de las personas”, asegura el científico.

La otra pata de su proyecto es una molécula, la EGCG, presente en el té verde. “Nosotros ya habíamos trabajado con ella y vimos que en síndrome de Down mejoraba el rendimiento cognitivo. Luego se la hemos estado dando a personas con un declive cognitivo subjetivo, que es una etapa preclínica de la demencia, y en combinación con una intervención multimodal (cambiar dieta, actividad física), vimos que la cognición mejora”, señala el científico.

Las dos moléculas, abunda De la Torre, son “buenas para la cognición”, pero los mecanismos que hay detrás de este efecto son independientes, cuenta. Y eso puede ser un tanto a su favor, según su hipótesis: “Si tú los mezclas, lo esperable es que tengas efectos sinérgicos y eso tiene dos virtudes: potencias el efecto y, si potencias el efecto, puedes bajar la dosis. Entonces, son dos fármacos muy seguros, pero si todavía bajas más la dosis, no tienes que esperar que pase nada, solo los efectos cognitivos”.

Rafael de la Torre, coordinador del Grupo de Farmacología Integrada y Neurociencia de Sistemas del Instituto de Investigación del Hospital del Mar.
Rafael de la Torre, coordinador del Grupo de Farmacología Integrada y Neurociencia de Sistemas del Instituto de Investigación del Hospital del Mar.Gianluca Battista

Lo que saben, además, por sus estudios en declive cognitivo subjetivo, es que una de estas moléculas también mejora el fitness: “Es decir, que estás más en forma, que tienes más masa muscular. Las personas con alzhéimer pierden masa muscular y lo compensan con grasa. Si tú consigues un tratamiento que te mantiene la masa muscular, eso es muy importante. Y eso es lo que hace la ECGC”.

Ahora bien, todo lo que conocen sobre estas dos moléculas es acerca de sus efectos por separado, así que tendrán que comenzar por estudiar en ratones la interacción entre ellas. Si logran los resultados favorables que esperan y ganan la competición, podrán ensayarlos en humanos. “Lo que sí sabemos es que los efectos de la EGCG persisten, como mínimo, un año sin tomarla. Por tanto, sí que es previsible que la combinación de estas sustancias tenga un efecto benéfico en el sentido de calidad de vida de las personas”, augura el científico.

La tercera gran arista de su investigación es una intervención para fomentar hábitos de vida saludable. Una estrategia imprescindible, a juicio del investigador catalán. “La combinación de los dos fármacos es una bomba. Y si funciona, es genial porque, además, es una bomba barata. Pero con todo, tomarse estos fármacos, si no haces una intervención en tu estilo de vida, es perder el tiempo. No hay medicamentos mágicos”, advierte. Y añade: “Estos fármacos pueden ayudar precisamente, si tú cambias tu estilo de vida, a que esto tenga un efecto potenciador que intensifique y alargue los efectos”.

A la espera de que este proyecto u otros alumbren el camino hacia un envejecimiento saludable, la ciencia mantiene también en debate si la revolución de la longevidad ha tocado techo o si, tal vez, las actuales generaciones de adultos jóvenes serán las primeras que vivan menos que sus padres. Precisamente, por ese cambio en los hábitos de vida —peor alimentación, más sedentarismo—, que está poniendo en jaque la salud de la sociedad occidental. De la Torre lo tiene claro: “Tú vas a vivir más que tus padres. El problema es con qué calidad de vida. Tus padres, en el fondo, no vivieron tan mal. Ahora, como tenemos más complicaciones, acabamos peor. Más tarde, pero peor”.

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